Hable con ella, Pedro Almodóvar, 2002 Una mirada y una lectura.
Tuve la oportunidad de ver qué película de este ciclo escogería para esta interlocución espontánea y reflexiva, ambas en uno. Una primera idea, cedió rápidamente a esta que hoy tenemos entre manos: Hable con ella. La había visto hace muchos años y lo que resaltaba en mi recuerdo, era ese encuentro sin descanso entre Benigno, el enfermero y su apuesta por hablar con Alicia, en coma a raíz de un accidente automovilístico. Todo el resto, fue nuevo para mí.
Mi intervención no tiene un propósito crítico, para considerar si estamos en presencia de una buena, mala o disparatada película. Pretendo detenerme en algunos elementos almodovareños como el desparpajo en sus planteamientos, una suerte de amoralidad en la que se trasponen las fronteras de lo que se puede y lo que no, y donde la ética del planteamiento es más lo que el sujeto asume sobre su deseo, que los límites de un comportamiento moralmente correcto. La incomunicación, la soledad, la amistad y la pasión, son también ventanas abiertas a las ideas. Yo escojo, las rutas del deseo, el amor y la pasión desde los efectos que recogen estas vías de las otrora vivencias edípicas. Es el hilo narrativo que pretendo.
De la mano de Almodóvar, suscribo: "Es importante comunicarse con los demás. Es mucho mejor hablar que no hacerlo, principalmente a las personas con las que compartes tu vida y tus conflictos, incluso en los momentos imposibles”. Sera un leitmotiv de la cinta que hoy discutimos, se dirige a Alicia, pero sobre todo se dirige a él mismo, porque hablándole a ella, pone en escena un lenguaje dirigido a él, en tanto es siendo lo que arrima al otro, lo que a su vez le abre la puesta en sentido a su fantasía.
Es justamente eso lo o que hace a nuestro oficio. Es el compromiso ético del oficio. Dar palabra, palabra en el decir, pero palabra en lo no dicho que porta el decir.
Un director, entiendo, pretendería no solo hilvanar y llevar a la pantalla una propuesta determinada. Se dirige al espectador desde los referentes cinematográficos que articule. Y, más cercano o no a su intención consciente, quiere gustar; que no digo yo que solo vender, ¿aunque claro está, y por qué no? También va a por premios lo que no sería demasiado alejado de obtener reconocimiento y validar su propuesta. En este ciclo, Almodóvar romperá una vez más esquemas en el contexto de la irreverencia, la puesta en acto de las fantasías sin límite, la ruptura de las barreras sociales y un reordenamiento del sujeto y su entorno desde nuevos paradigmas. No lo vería yo, como planteamientos de denuncia, más bien desde escenarios abiertamente pulsionantes, eso que emerge para ser satisfecho sin mayores trabas.
Cuestión de amores, de abandonos y de sexualidad son las caras que me llevan por los senderos de la pasión, título de un artículo de mi autoría, en el que vertía algunas líneas de indagación en este fascinante tema. La pasión se advertirá en el amor como necesario. Se muestra sin tabúes, no hay critica en Benigno, hay la consecución de un deseo ciego, en tanto responde a una suerte de encuentro de mirada cautiva, unilateral, eso sí; pero que a él le bastara para armar todo el resto.
Benigno y Alicia. La palabra acompaña, inviste, a ese otro gran protagonista que es el cuerpo: el que se muestra, el que se accidenta, el que rescata y el que se expone hasta la muerte. Pero también atiende la soledad, rescata el abandono. Desde allí, Benigno arma un escenario en el que prela la fantasía de crear y recrear un vínculo desde la muerte, la física -de la madre- pero también la recreación de una apuesta libidinal de ese otro yacente que también es especularmente él mismo. 20 años paso cuidando a la madre, en un atrapamiento que desconoció su sexualidad. Benigna muestra al ser humano solo de otro que lo invista como sujeto separado. Amor de objeto, amor narcisista. Benigno despliega su razón de ser, la asunción de la sexualidad como razón de ser de su vida, proyecto identificatorio que se dirige a esa otra, Alicia, pero en la que continuara las vías de la fusión porque la relación elegida y compartida esta fuera de su alcance. No hay ni pregunta ni respuesta desde ese otro que es otro al fin. ¿Benigno dramatizara su razón de ser cuidando, invistiendo eso perdido, ¿la madre? Fue a ella a quien dedicó su vida, sus noches, sus cuidados, no había lugar para otra escogencia. Evidencia de las dificultades para asumir la exogamia, es desde ese lugar materno, que descubre a Alicia, su cuerpo femenino, surge el deseo, comienza el juego de la fantasía que se cumple en la paradoja de ese otro vaciado de palabra.
El deseo de Benigno engarza en una fantasía que, apuesta por otro, pero que es sordo a su deseo y lo reinstala en una repetición sin salida. El feto muerto es el hijo edípico con la consecuente condena por el incesto interdicto. Benigno se mueve en el terreno que conoce: la enfermedad y la muerte. Es un enfermero destacado en la planta de pacientes en coma. Y desde allí, armará su “país de maravillas”, que, como todo paraíso idealizado, no será cotejado con la realidad.
El narcisismo, comprometido en ambos hombres protagónicos, Marco y Benigno, está en función de recuperar a otro, ambos satisfaciendo compañías y causas perdidas o severamente comprometidas. Causas primeras, causas primarias. Y allí, entra en escena el desenlace esclarecedor. Versión libre de representación simbólica, “El amante menguante”, cortometraje de una “supuesta película muda de 1924” fascina a Benigno, detonante de su iniciación sexual. ¿viendo, desde una escena que se asoma con visos incestuosos? No puedo dejar de tomar prestado la disminución del personaje, castración materna de por medio, entrando en su cuerpo donde se quedará para siempre; doble inscripción, fusional y sexual, ambas en una. Asoma el Edipo y lo fallido del lugar, inevitable recodo de castración. Es el goce, con su cara seductora que ocultará su faz, el más allá del placer que lo lleva a la muerte. Alicia será para Benigno, un objeto de amor narcisístico, ello sella el vínculo en el marco del encuentro especular. Es el placer en términos de necesario, es ese el lugar del placer. Allí, él tiene cabida, no es elegido, se ofrece. Así ha construido su imaginario: “esa mujer cubana” de la guía turística, que no tiene nada y se lo inventa todo, esperando que algo pase sin que pase nada. Identidad de ser, identificación truncada. Muy pocas veces ha abrazado a alguien. ¿Y Marco? ¿Quién y que sería Benigno para Marco? También Marco necesita investir a un otro, aunque pareciera más reconocido como diferente fuera y dentro del deseo sexual. No así Benigno, que reproducirá en su vinculo con Marco que alguien hable con él, lo acompañe de viaje, de noche. Recordemos que la sexualidad para Benigno se mueve mas desde lo narcisista, que lo invistan, que lo contengan; así brota el ser, lo que conjugara con Katerina, la profesora de baile, aunque no alcanzara a perder esa otra causa de su ser; no puede sostenerse sin un otro. ¿Y el tercero? En Benigno falta de manera radical, nadie le mostró un mundo fuera del mundo con la madre. El padre “se hizo el sueco”¡! y allí quedo Benigno, curando lo curable, pero apostando a lo incurable también.
Rosario y Marco Atascada en una identificación al padre novillero, castrado. Su cara rezuma tristeza, de amores no correspondidos. ¿Es la hembra fálica que completa al padre? Escenarios edipizados idílicos que podrían hacer de su oficio de torera un lugar de reparación que no tiene límites. También recogerá el toque pasional. Es, siendo lo que el padre no pudo, el lugar rival que interviene en su deseo. Mientras, Marco jugara a viajes que salven causas perdidas, entiende y acepta, pero a costa de repetir el desencuentro en el amor más pasional ¿Por qué sus encuentros tienen ese carácter reparador ¿Por qué sus elecciones tienen tal monto de sufrimiento? Ese sufrimiento que adquiere un tono dramáticamente hermoso en la canción de Gaetano. “Pasión mortal” lo llamara. Al final cuando la muerte asoma en lo fallido del encuentro fusional, la libido le gana al narcisismo en el encuentro con el otro. “Erase una vez un triángulo, se troco en fusión y después en encuentro…”
A manera de cierre. Desde la música, y la danza, el director abunda en elementos que apuntan a una estética de la sensibilidad; el afecto aparece por todos lados: tristeza, abandono, amor, protección, miedo. Lo que se destruye y lo que se salva en el amor. En la maravillosa danza de Pina Bausch: Café Müller, o en la canción interpretada por Ellis Regina (de Jobin): “¡Oh! amado mío quiero hacerte un juramento, una canción que prometo, ¡toda mi vida ser solo tuya amarte como nunca antes nadie ha amado nunca a nadie oh! Mi amada, pura estrella apareció Te amo y te proclamo Mi amor, mi amor Más grande que todo lo que existe ¡Oh! mi amor””
"Pina me permitió que trasladara su magia al final de 'Hable con ella'. También tengo que agradecerle que al principio de la película ella misma bailara, acompañada por la pionera y mítica Malou, 'Café Müller' para mí. Imposible soñar mejor comienzo para una película que cuenta la historia de dos mujeres en coma que las imágenes de Pina y Malú, vestidas en combinación blanca, caminando a ciegas por un escenario lleno de sillas y mesas, en cuyas paredes acababan chocando. Pedro Almodóvar se refiere también a la "relación de los cuerpos", "esencial" en el trabajo de Bausch. "Una relación a veces lúdica, sensual, especular, autoritaria o dolorosa. Pedro Almodóvar confiesa que Pina Bausch fue para él "una fuente constante de placer" y de inspiración.
Cerramos aquí este escenario rico en estética y propuestas intimas de eso que desde nuestro mundo imaginario se procura palabra.
Mi intervención no tiene un propósito crítico, para considerar si estamos en presencia de una buena, mala o disparatada película. Pretendo detenerme en algunos elementos almodovareños como el desparpajo en sus planteamientos, una suerte de amoralidad en la que se trasponen las fronteras de lo que se puede y lo que no, y donde la ética del planteamiento es más lo que el sujeto asume sobre su deseo, que los límites de un comportamiento moralmente correcto. La incomunicación, la soledad, la amistad y la pasión, son también ventanas abiertas a las ideas. Yo escojo, las rutas del deseo, el amor y la pasión desde los efectos que recogen estas vías de las otrora vivencias edípicas. Es el hilo narrativo que pretendo.
De la mano de Almodóvar, suscribo: "Es importante comunicarse con los demás. Es mucho mejor hablar que no hacerlo, principalmente a las personas con las que compartes tu vida y tus conflictos, incluso en los momentos imposibles”. Sera un leitmotiv de la cinta que hoy discutimos, se dirige a Alicia, pero sobre todo se dirige a él mismo, porque hablándole a ella, pone en escena un lenguaje dirigido a él, en tanto es siendo lo que arrima al otro, lo que a su vez le abre la puesta en sentido a su fantasía.
Es justamente eso lo o que hace a nuestro oficio. Es el compromiso ético del oficio. Dar palabra, palabra en el decir, pero palabra en lo no dicho que porta el decir.
Un director, entiendo, pretendería no solo hilvanar y llevar a la pantalla una propuesta determinada. Se dirige al espectador desde los referentes cinematográficos que articule. Y, más cercano o no a su intención consciente, quiere gustar; que no digo yo que solo vender, ¿aunque claro está, y por qué no? También va a por premios lo que no sería demasiado alejado de obtener reconocimiento y validar su propuesta. En este ciclo, Almodóvar romperá una vez más esquemas en el contexto de la irreverencia, la puesta en acto de las fantasías sin límite, la ruptura de las barreras sociales y un reordenamiento del sujeto y su entorno desde nuevos paradigmas. No lo vería yo, como planteamientos de denuncia, más bien desde escenarios abiertamente pulsionantes, eso que emerge para ser satisfecho sin mayores trabas.
Cuestión de amores, de abandonos y de sexualidad son las caras que me llevan por los senderos de la pasión, título de un artículo de mi autoría, en el que vertía algunas líneas de indagación en este fascinante tema. La pasión se advertirá en el amor como necesario. Se muestra sin tabúes, no hay critica en Benigno, hay la consecución de un deseo ciego, en tanto responde a una suerte de encuentro de mirada cautiva, unilateral, eso sí; pero que a él le bastara para armar todo el resto.
Benigno y Alicia. La palabra acompaña, inviste, a ese otro gran protagonista que es el cuerpo: el que se muestra, el que se accidenta, el que rescata y el que se expone hasta la muerte. Pero también atiende la soledad, rescata el abandono. Desde allí, Benigno arma un escenario en el que prela la fantasía de crear y recrear un vínculo desde la muerte, la física -de la madre- pero también la recreación de una apuesta libidinal de ese otro yacente que también es especularmente él mismo. 20 años paso cuidando a la madre, en un atrapamiento que desconoció su sexualidad. Benigna muestra al ser humano solo de otro que lo invista como sujeto separado. Amor de objeto, amor narcisista. Benigno despliega su razón de ser, la asunción de la sexualidad como razón de ser de su vida, proyecto identificatorio que se dirige a esa otra, Alicia, pero en la que continuara las vías de la fusión porque la relación elegida y compartida esta fuera de su alcance. No hay ni pregunta ni respuesta desde ese otro que es otro al fin. ¿Benigno dramatizara su razón de ser cuidando, invistiendo eso perdido, ¿la madre? Fue a ella a quien dedicó su vida, sus noches, sus cuidados, no había lugar para otra escogencia. Evidencia de las dificultades para asumir la exogamia, es desde ese lugar materno, que descubre a Alicia, su cuerpo femenino, surge el deseo, comienza el juego de la fantasía que se cumple en la paradoja de ese otro vaciado de palabra.
El deseo de Benigno engarza en una fantasía que, apuesta por otro, pero que es sordo a su deseo y lo reinstala en una repetición sin salida. El feto muerto es el hijo edípico con la consecuente condena por el incesto interdicto. Benigno se mueve en el terreno que conoce: la enfermedad y la muerte. Es un enfermero destacado en la planta de pacientes en coma. Y desde allí, armará su “país de maravillas”, que, como todo paraíso idealizado, no será cotejado con la realidad.
El narcisismo, comprometido en ambos hombres protagónicos, Marco y Benigno, está en función de recuperar a otro, ambos satisfaciendo compañías y causas perdidas o severamente comprometidas. Causas primeras, causas primarias. Y allí, entra en escena el desenlace esclarecedor. Versión libre de representación simbólica, “El amante menguante”, cortometraje de una “supuesta película muda de 1924” fascina a Benigno, detonante de su iniciación sexual. ¿viendo, desde una escena que se asoma con visos incestuosos? No puedo dejar de tomar prestado la disminución del personaje, castración materna de por medio, entrando en su cuerpo donde se quedará para siempre; doble inscripción, fusional y sexual, ambas en una. Asoma el Edipo y lo fallido del lugar, inevitable recodo de castración. Es el goce, con su cara seductora que ocultará su faz, el más allá del placer que lo lleva a la muerte. Alicia será para Benigno, un objeto de amor narcisístico, ello sella el vínculo en el marco del encuentro especular. Es el placer en términos de necesario, es ese el lugar del placer. Allí, él tiene cabida, no es elegido, se ofrece. Así ha construido su imaginario: “esa mujer cubana” de la guía turística, que no tiene nada y se lo inventa todo, esperando que algo pase sin que pase nada. Identidad de ser, identificación truncada. Muy pocas veces ha abrazado a alguien. ¿Y Marco? ¿Quién y que sería Benigno para Marco? También Marco necesita investir a un otro, aunque pareciera más reconocido como diferente fuera y dentro del deseo sexual. No así Benigno, que reproducirá en su vinculo con Marco que alguien hable con él, lo acompañe de viaje, de noche. Recordemos que la sexualidad para Benigno se mueve mas desde lo narcisista, que lo invistan, que lo contengan; así brota el ser, lo que conjugara con Katerina, la profesora de baile, aunque no alcanzara a perder esa otra causa de su ser; no puede sostenerse sin un otro. ¿Y el tercero? En Benigno falta de manera radical, nadie le mostró un mundo fuera del mundo con la madre. El padre “se hizo el sueco”¡! y allí quedo Benigno, curando lo curable, pero apostando a lo incurable también.
Rosario y Marco Atascada en una identificación al padre novillero, castrado. Su cara rezuma tristeza, de amores no correspondidos. ¿Es la hembra fálica que completa al padre? Escenarios edipizados idílicos que podrían hacer de su oficio de torera un lugar de reparación que no tiene límites. También recogerá el toque pasional. Es, siendo lo que el padre no pudo, el lugar rival que interviene en su deseo. Mientras, Marco jugara a viajes que salven causas perdidas, entiende y acepta, pero a costa de repetir el desencuentro en el amor más pasional ¿Por qué sus encuentros tienen ese carácter reparador ¿Por qué sus elecciones tienen tal monto de sufrimiento? Ese sufrimiento que adquiere un tono dramáticamente hermoso en la canción de Gaetano. “Pasión mortal” lo llamara. Al final cuando la muerte asoma en lo fallido del encuentro fusional, la libido le gana al narcisismo en el encuentro con el otro. “Erase una vez un triángulo, se troco en fusión y después en encuentro…”
A manera de cierre. Desde la música, y la danza, el director abunda en elementos que apuntan a una estética de la sensibilidad; el afecto aparece por todos lados: tristeza, abandono, amor, protección, miedo. Lo que se destruye y lo que se salva en el amor. En la maravillosa danza de Pina Bausch: Café Müller, o en la canción interpretada por Ellis Regina (de Jobin): “¡Oh! amado mío quiero hacerte un juramento, una canción que prometo, ¡toda mi vida ser solo tuya amarte como nunca antes nadie ha amado nunca a nadie oh! Mi amada, pura estrella apareció Te amo y te proclamo Mi amor, mi amor Más grande que todo lo que existe ¡Oh! mi amor””
"Pina me permitió que trasladara su magia al final de 'Hable con ella'. También tengo que agradecerle que al principio de la película ella misma bailara, acompañada por la pionera y mítica Malou, 'Café Müller' para mí. Imposible soñar mejor comienzo para una película que cuenta la historia de dos mujeres en coma que las imágenes de Pina y Malú, vestidas en combinación blanca, caminando a ciegas por un escenario lleno de sillas y mesas, en cuyas paredes acababan chocando. Pedro Almodóvar se refiere también a la "relación de los cuerpos", "esencial" en el trabajo de Bausch. "Una relación a veces lúdica, sensual, especular, autoritaria o dolorosa. Pedro Almodóvar confiesa que Pina Bausch fue para él "una fuente constante de placer" y de inspiración.
Cerramos aquí este escenario rico en estética y propuestas intimas de eso que desde nuestro mundo imaginario se procura palabra.