Alicia Leisse
  • Inicio
  • TRABAJOS
  • Noticias
  • Contacto
  • Untitled

Mignones, Guapis o Cuties.   En tierras adolescentes

Mignones, Guapis o Cuties.   En tierras adolescentes
​



Enfoco mis comentarios desde el lente cinematográfico de Maïmouna Doucourée  para detenerme en el talante de una “preadolescente” de 11 años que se busca a sí misma frente a dos modelos de feminidad, la referencia a una madre marcada por su origen socio cultural senegalés y el fascinante atractivo que le deja  un grupo de baile, las Guapis. Sera para Amy, Fathia Yousouf, actriz francesa de 14 años, una suerte de alter ego que se abre ante ella en un entorno migratorio con propuestas occidentales desconocidas hasta entonces.  De acá, deriva un escenario de conflicto porque la sujeción al mandato social comportara pedidos diferentes. Amy encara ambos por igual, uno por herencia identificatoria; el otro, en tanto se trata de su nuevo ámbito de vida.
Respaldar con el conocimiento, es una premisa para abordar lo que nos es ajeno, desconocido o perturbador.  También, para lo que convoca este nuevo medio, donde la libertad de la mujer queda definida por lo que el hombre determina. No hay elección, la maternidad, las tareas hogareñas y la disposición a cumplir lo que se le pida son una suerte de ley. La elección no es una conjugación de primer orden, una suerte de verbo pasivo prevalece. En este sentido, me atrajo la idea que, para preparar la película, Doucouré paso año y medio documentándose sobre el mundo personal de estas chicas desde lo que comporta el despertar sexual. Solemos adoptar en nuestros enfoques posiciones calificadoras o juiciosas lo que arriesga un punto de vista tendencioso. Desde las ideas que suscribo, la seriedad de nuestro oficio nos conmina a ver día a día los cambios indetenibles que hacen que nuestros chicos de hoy no sean los mismos que fueron.
El tránsito adolescente en sí mismo refiere a cambios, pero también apunta a esos otros que el entorno social trae consigo. Hay si, constantes universales, la pérdida del cuerpo infantil, las remodelaciones identificatorias en la que los padres ya no son los mismos y el espectacular protagonismo que adquiere el grupo etario. Impregnados por el torbellino emocional que atraviesan, en la apuesta de hacerse de una identidad propia con las herramientas incipientes y hasta torpes que tienen a la mano, el tenor pontificial que trae consigo el referente educativo, arriesga que se nos vaya de la mano el vínculo significativo que debería acompasar el tránsito por esa suerte de desfiladero inevitable. Es el precio del pasaje que supone hacerse un joven, que no es la continuación del niño que fue. Es cualitativamente un sujeto diferente. Fascinante, a la vez que difícil encrucijada en tanto las exigencias son divergentes.
Desde este telón de fondo, destaco algunos puntos centrales en la visual del mundo adolescente y su tránsito al crecimiento adulto.
La identidad y el referente identificatorio: Desde los padres a sus iguales.
Los padres como modelo identificatorio son inexorablemente cuestionados cuando se trata de asumir lo propio. Se trata de un camino inédito, de elección y de apuestas. Las chicas que nos muestra el film, aún están cercanas a los objetos de amor infantiles al tiempo que prela el seguimiento de una norma que desconocerá lo que sucede en el mundo interno de ellas. Para Amy, ver a su madre doliente frente al padre que elige una nueva esposa, choca con la propuesta sensual de las “Guapis” que se harán mirar desde el lenguaje de un cuerpo sexualizado, de momento, fuera del erotismo que se desprende del deseo, pero si con cambios que la conminan a hacerse de un lugar nuevo. Angelica se presenta con la veta idealizada que ofrece ese otro igual. Las vicisitudes edípicas que se movilizan en la adolescencia, esbozadas desde los inicios, se plantean acá como la decepción por lo que vivirá como traición del padre polígamo y por el cuestionamiento sin palabras, si con actos, de lo que rige en la tradición cultural familiar. Corresponde soltarse para procurar el tránsito exogámico, resistido y cuasi prohibido de diversas maneras, cuando se pretende mantener la distribución que siempre estuvo, desestimando los cambios y, sobre todo, preservando el acuerdo generacional que esta sobre la mesa.
La identidad, resalta en lo que impacta a esta joven incipiente que deja la niñez empujada por la decepción edípica; también a ella la traiciona el padre. Angelica llora por la falta de los suyos, imbuidos en su trabajo. En sus escenas imaginarias pretenderá atrapar su admiración, aunque esa misma escena les haga saber que ya no es la chiquilla de antes, que su sexualidad despunta mientras que el coro de niñas ilustrara esa mezcla de saberes inventados, excitantes y pegoteados a la hora de armarse algún collage posible para entender lo que pasa en su cuerpo, lo que suscita en otros y qué hacer con todo ello.
Amy se ve precipitada al encuentro casi frontal con un escenario que servirá de escapatoria, al tiempo que de hallazgo, en esas “Guapis” con las que encuentra una via que, aunque desconocida, pinta más cercana a lo que quiere. Vale destacar, que acá las identificaciones nuevas no se juegan aun, están en una suerte de pausa. Son identificaciones probatorias incipientes. Claro, traen consigo las tempranas y las infantiles que se llevaran como marca de fuego para toda la vida. Estas, se muestran desde lo más primitivo, hacerse de una imagen a copiar para instalarla dentro.  En el ahora, rige la segunda ola identificatoria por la que atraviesa el sujeto humano. Es lo que entendería como la renovación imaginaria de un sí mismo que se va rearmando con respecto a los paradigmas infantiles.
Se pregunta la directora ¿Como lidian con su imagen estas chicas? Desde el primer plano que nos ofrece Amy, cada una de ellas quiere romper con la imagen infantil, en la que también interviene el afecto devoto a su madre cortado por un acontecimiento disruptivo que no consigue discernir con claridad.  Amy lidia con una imagen de ella con la que quiere romper, la infantil; la que le propone la cultura de mujer sumisa inserta en valores religiosos; la que ahoga la sexualidad solo vista al servicio de complacer al hombre, la maternidad no elegida y los oficios que están definidos para la mujer. El mundo imaginario la convoca a hacerse del baile que la acercara a las Guapis, la ropa que usan, el cuerpo para ser mirado; pero sin saber ni los efectos que a ella y a otros esto le comportara. Lo erótico, que no decir el erotismo, es una via para captar la mirada. Entiende que atrae, pero no lo discierne ni en lo que comporta ni en los efectos que ello tiene. Al final, no lo puede sostener. Abandona la via idealizada que le da el otro al descubrir que no se puede sostener en ello y de los movimientos del baile regresará al salto a la comba, al menos por el momento.
La sexualidad
Irrumpe a destiempo con lo que se puede asumir en los albores de la adolescencia.  Esto es así, también por definición estructural. El cuerpo toca la puerta antes de que haya sido imaginarizado o representado suficientemente; la sincronicidad de lo que acontece no es la norma porque la represión asoma cuando de sexualidad se trata.  Mas aun, cuando no hay información o acompañamiento como lo que no sea el rol que está definido de antemano. En el contexto familiar que nos ofrece el film, la feminidad quedara adosada a ser una esposa para un hombre que tendrá la potestad de asumir la elección que considere. Doucouré, de origen senegalés y francesa, reivindica lo que la religión musulmana también ofrece bajo la figura del Amán, que advierte a la madre de Amy, que ella puede escoger no quedarse allí. Es lo que también reivindicará en su planteamiento: el derecho a escoger, la libertad de asumir el propio deseo y encarar los retos que ello supone.
La adolescencia tiene rutas especificas aun dentro de la diversidad cultural: la pérdida del cuerpo infantil, la asunción de la sexualidad y lo que ello supone, la exogamia y el cambio en la relación con la norma y con los padres. Es la larga tarea de construir el propio deseo y la propia norma. Ahí ocurrirá el choque generacional, la provocación y la violencia. Es el cuestionamiento de lo que viene impuesto, también mostrar que el mundo infantil ya no alcanza, via necesaria para soltarlo.
Desde el entorno social,
El encuentro con ese otro, sujeto, pero también, grupo, sociedad educativa o religiosa, harán de referentes estructurantes. Amy suscribe y sigue las propuestas estéticas que su grupo de iguales define para hacerse un lugar. Toma entonces una via, no solo para ser mirada, sino para traer nuevos aires a lo que ya empieza a perder sentido dentro de su mundo familiar. Este se le hace pequeño, aunque a la postre la incursión un tanto a ciegas será demasiado para ella. Sin embargo, el soporte cultural de su madre, modelo también identificatorio y objeto de amor, es un necesario. Le brinda un espacio. La remodelación de su mundo psíquico no encuentra respuestas suficientes ni en uno ni en otro mundo. La directora del film recalcara los efectos que producen en el adolescente los procesos migratorios, la inserción social, la confrontación con culturas divergentes, todo ello junto a los profundos cambios que ellos mismos atraviesan.
 
 
Las redes sociales. Pantallas de primer orden
Desde la temprana adolescencia, se ofrecen como un lugar cautivo para hacer contacto, saltando los escollos que puede producir la relación como tal, al ser una respuesta desde la versión imaginaria que el adolescente procura. Amy, se mira en el espejo especular que ofrece la pantalla; allí se encuentra, desde allí, se muestra. Recordemos que, en el temprano infante, la imagen propia se arma a partir de lo que devuelven otros; pues bien, este proceso se activa, aunque de otra manera, a la hora de construir una identidad nueva. Ahora es con sus iguales o aquello que los representan. En la película, el móvil, se hace una via de aprendizaje desde el poder del lenguaje de los medios.  Via curiosa y riesgosa, por qué no decirlo, en la que se arma de las herramientas que tiene a mano para sus novedades identitarias. El tránsito de la niñez a la adolescencia puede verse en la imitación de ciertas actitudes sin conocer su alcance. Amy lo muestra en la película, cuando ella manda fotos íntimas sin saber el efecto que tendrá, más bien en la búsqueda de ser aceptada como lo que cree que se espera de ella: alguien que se muestre y que se muestre con sensualidad. No tiene que ver con el ejercicio de una sexualidad discriminada, aunque haya sido sorprendida por la menstruación y el creciente conocimiento de que para ser mirada corresponderá mostrarse con esa vestimenta.

Con tecnología de Crea tu propio sitio web único con plantillas personalizables.
  • Inicio
  • TRABAJOS
  • Noticias
  • Contacto
  • Untitled